Historia
[1] La fortaleza de Gibralfaro domina toda la ciudad, encontrándose enclavada en la cresta de un alargado monte situado a 132 m. sobre el nivel del mar, cuyas escarpadas laderas descienden hacia el mar y hacia la ciudad. Desde tiempo inmemorial esta fortaleza fue la gran atalaya no solo para observar la población asentada al pie de su falda occidental, sino los accesos a ella por tierra y mar. Ocupa una superficie de 21.310 m², incluyendo Coracha y Barbacana, con un perímetro de 1.310 metros de muralla. El recinto interior ocupa 12.630 m², y está encerrado por una fuerte muralla que mide 733 m. y que consta de 30 lienzos y 8 torres, en su mayoría macizas.
El castillo de Gibralfaro fue construido en el siglo XIV para albergar las tropas y proteger la Alcazaba, convirtiéndose en la fortaleza más inexpugnable de todo Al-Ándalus. Recibe su nombre del toponímico (Yabal, en árabe, monte y Faruh, ayamí del griego Faros, faro) apareciendo mencionado en las fuentes, con relación a la existencia de una rábita de carácter religioso en el siglo XII, con la vivienda de un santón, aunque sin poder afirmar que hubiese algún tipo de fortificación en el siglo XIII. Con anterioridad, fue utilizado por fenicios y romanos (encontrándose restos de cerámica y estructuras arquitectónicas desde época feno-púnica). El tipo de fortificación corresponde a un modelo bastante tardío del siglo XIII, aceptándose como fecha de su ejecución el reinado de Yusuf I, entre los años 1344-1354. Se sabe que a su muerte no estaba terminado y que se concluyó bajo el reinado de su hijo Muhammad V, aplicándose las necesidades impuestas por los avances de la artillería y las tácticas militares, que obligaban a crear un sistema de protección o baluarte para la Alcazaba. Gibralfaro era el último y principal bastión o reducto defensivo, comunicado con la Alcazaba por un camino amurallado, la Coracha, que era su único punto de acceso.
Tiene una posición estratégica, desde el monte se domina toda la ciudad y la bahía. Hay que pensar en la imponente imagen que ofrecían estas fortificaciones en su época, momento en que el monte se encontraba totalmente desprovisto de vegetación para facilitar la defensa y evitar emboscadas. Su único acceso se realizaba a través de una monumental puerta, a la que se accedía desde la Coracha y que comunicaba con la barbacana que rodea todo el perímetro exterior. Presenta la típica disposición de puerta “en recodo”, abierta en un gran torreón que se encuentra protegido por una doble puerta que corta la barbacana, y que forma en su interior un pequeño patio con zona para el cuerpo de guardia. En su bóveda conserva una bellísima muestra de trabajo de lacería, en ladrillo cortado formando lazo de a ocho, y en el interior otro lazo de a doce vidriados en blanco, negro y azul.
El acceso a Gibralfaro se realiza actualmente mediante pasos abiertos en la zona de la barbacana situada al este y en uno de los lienzos de muralla del frente sur, junto al Centro de Interpretación. Existen otras tres puertas perforadas en los muros, todas de época cristiana, y abiertas al objeto de facilitar el acceso al interior de suministros o pertrechos militares.
La parte superior de sus muros conforma el adarve o paso de ronda, coronado en su mayor extensión por una línea de merladura, rematada por piramidones parcialmente perdidos. El fundamento de los muros, la cimentación y el zócalo es de mampostería, de piedras de mediano tamaño y ripios de pizarra trabados con cal y arena, siendo la zona superior de tapial, todo ello enlucido con mortero de cal que lo impermeabiliza y regulariza. En algunos paños aún puede apreciarse pintada la decoración imitando grandes sillares. Los arcos, las bóvedas, las jambas y las zonas interiores de las puertas son en su mayoría de ladrillo, respondiendo a las numerosas reparaciones realizadas en distintas épocas.
La barbacana que rodea completamente el castillo se conserva en perfecto estado ya que fue reconstruida en gran parte en época cristiana. Las escasas excavaciones arqueológicas realizadas en la pasada década pusieron de manifiesto que tras la ocupación cristiana se adaptó como alcázar una parte, la más cercana al pozo Airón, y se documentó la existencia de una calle empedrada que rodea al muro de la quibla de la mezquita que allí edificaron los árabes en fecha desconocida.
En el recinto del Castillo son de destacar el Pozo Airón, de 40 metros de profundidad y excavado en la roca viva al que llega a un venero de agua aún hoy día existente, y un sistema de captación de agua de lluvia que a través de acequias de fábrica permite llevarlas a varios aljibes subterráneos, todos cubiertos con bóvedas de ladrillo, salvo el mayor de ellos, de planta octogonal que emerge en el centro de la fortificación. Se conservan asimismo dos hornos de pan de construcción cristiana, varias garitas de distintas época, tipología y ubicación, y el edificio del antiguo polvorín, hoy convertido en Centro de Interpretación.
Tras la ocupación de Gibralfaro por las tropas castellanas, su mezquita fue consagrada como iglesia bajo la advocación de San Luis obispo. Desde aquel momento la fortaleza se utilizó como acuartelamiento y prisión, hasta que en el año 1925 fue cedida al Ayuntamiento y pasó a tener uso público.
La importancia estratégica de Málaga justificó que desde su conquista los Reyes Católicos destinaran el diezmo sobre la cal, teja y ladrillo para la reparación y conservación de las fortificaciones de la ciudad.
Durante la Guerra de Independencia el castillo fue objeto de importantes obras de fortificación y escenario de varios acontecimientos. Ante la fuerte presión del ejército español y de las guerrillas contra la ocupación francesa a partir de 1812, los franceses comenzaron su retirada de Andalucía. En Málaga volaron todas las fortificaciones que habían realizado en Gibralfaro, al tiempo que las últimas unidades del ejército francés abandonaban la ciudad, las minas colocadas en el castillo hicieron volar la Torre Nueva, las defensas exteriores, el acuartelamiento, la batería del malecón y el almacén de pólvora.
A partir de este momento son pocas las noticias de interés sobre el estado de la fortaleza, que por sus precarias condiciones defensivas no tuvo entonces otro uso que el de prisión militar. La progresiva extensión del barrio de la Coracha originó que las construcciones fueran escalando el cerro por el camino que partía del muelle viejo.
En 1977 se acometió la tarea de terminar de demoler las edificaciones militares y acondicionar sus jardines para mejorar la visita turística. A partir de 1986 el Ayuntamiento acordó solicitar a la Junta de Andalucía su restauración, que se llevó a cabo en tres fases entre los años 1989 y 1999, y que comprendió la restauración de muros y torres, caminos interiores, dotación de aseos, zona de aparcamientos, etc.
Una vez finalizadas las citadas obras el Ayuntamiento acometió otras mejoras para acondicionar la fortaleza: dotación de barandillas y rejas de seguridad en el recorrido, instalación de agua potable, dotación de kiosko-bar, iluminación nocturna, etc. Destacando la inauguración el 29 de julio de 1998 en el edificio del antiguo polvorín, de un Centro de Interpretación que presenta la vida del Castillo como guarnición militar y vigía costero desde 1487 a 1925.
[1] La información reflejada en estos textos ha sido extraída del estudio de Fanny de CARRANZA SELL, ”El Castillo de Gibralfaro en la historia de Málaga”, Revista Péndulo, nº XVI, Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Málaga, 2002, pp. 174-185.