Restauraciones
[1] A comienzos del siglo XX la Alcazaba había alcanzado un grado enorme de deterioro. Toda la parte superior de la fortaleza era un barrio marginal. Tenía sus calles perfectamente identificadas en el parcelario de la ciudad, no había agua corriente, ni luz, ni alcantarillado y lo que se apreciaba desde fuera era un conjunto caótico y pintoresco, con murallas y torres desmochados.
El futuro parecía solo tener una solución tras las amenazas de demolición integral, situación que cambió radicalmente cuando el 3 de junio de 1931 se produce su declaración como Monumento Histórico Artístico, perteneciente al Tesoro Nacional, en un Decreto por el que mediante esta declaración se protegen gran número de monumentos en toda España. Al mismo tiempo, Juan Temboury Álvarez (Málaga, 1899-1965) es nombrado académico de San Telmo y junto al arquitecto Antonio Palacios (Pontevedra, 1874-Madrid, 1945) se interesa por las ruinas de la Alcazaba. Su colaboración desinteresada y sin interrupciones desde ese momento hasta su muerte en 1965, fue crucial para las distintas restauraciones que se efectuaron durante esos años. Su entrega se vio recompensada por parte del Ayuntamiento de Málaga al otorgarle el título honorífico de Conservador de la Alcazaba, con un busto y una placa en la entrada del monumento.
En 1932 Temboury motivado por el hallazgo fortuito, tras unas lluvias, de unos enterramientos árabes en el Monte de Gibralfaro y para evitar la construcción de “casas baratas” en las inmediaciones del monumento, con el apoyo de la Academia y la Comisión de Monumentos, promueve la iniciativa de solicitar a Ricardo de Orueta (Málaga, 1868-Madrid, 1939), malagueño y en aquel momento Director General de Bellas Artes que se interesase por el monumento. Tras esta petición en agosto de 1933 Orueta visita la ciudad junto a Leopoldo Torres Balbás (Madrid, 1888-1960), arquitecto restaurador de monumentos de la 6ª Zona, Catedrático de Arte de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y Director de las obras de la Alhambra. La visita sólo produce un moderado entusiasmo en el arquitecto pero fruto de ella es la visita al año siguiente, 1934 para que se comience a trabajar en el “Proyecto de recuperación de los Cuartos de Granada”, cuya dirección técnica la realizó junto al arquitecto José González Edo (Madrid, 1894-1989). Los resultados fueron más espectaculares de lo pensado inicialmente, por lo que Torres Balbás publicó un artículo ese año en la revista Residencia y Al Ándalus.
Las obras se centraron en la Plaza de Armas en las que se descubrió y limpió el silo situado en la entrada, así como La Torre del Homenaje aunque sólo se limpió superficialmente, pero aportó una gran cantidad de material cerámico y los Cuartos de Granada, en los que se compró y exploró la “Casa de la Mezquita” dos viviendas más en lo que se conocía como el callejón del Zagal.
Al ir desmontando escaleras y picando tabiques fueron apareciendo restos decorativos de calidad, ya que los modestos habitantes de estas casas taparon y tabicaron arcos y columnas, más barato y fácil que demoler y volver a construir. También se produjo un descubrimiento espectacular: en el lado sur del llamado Patio de los Surtidores apareció una Sala cuyo acceso es una triple arquería con alfiz, con columnas de madera revestidas de yeso,
con sus capiteles. También aparecieron las dovelas de los arcos decoradas en yeso y pintadas, igualmente el pabellón de arcos lobulados…, así como los restos del Palacio Taifa del Rey Badis del siglo XI.
El proyecto continuó al año siguiente actuando sobre la zona militar en el acceso desde la ciudad. Se desmontaron las tres plantas que ocupaban los pabellones militares, quedando en el interior de ellas la Puerta de la Bóveda Vaída y la Puerta de las Columnas. Con el inicio de la Guerra Civil hubo un parón de pocos meses que luego fue retomado por encargo del Ayuntamiento. Se reinician las obras en marzo de 1937, contando con la dirección técnica del joven arquitecto Fernando Guerrero Strachan Rosado (Málaga, 1907-1941), que asesorado por Juan Temboury se encaminaron a ultimar el proyecto de la reconstrucción de la Puerta de los Arcos en la Torre de los Cuartos de Granada, que había sido demolida por la ruina que presentaba en 1854, para ello se basaron en una litografía publicada por Guillén Robles en su libro Málaga Musulmana en 1839, el interior se acondicionó como Museo. También se efectúan otras obras como el recrecimiento de otras puertas y torres, como la de la Bóveda, la de las Columnas y la de la Vela.
Para las zonas de acceso al Palacio, en la que no aparecieron restos de interés, se planteó la creación de un jardín con diseño historicista. Fernando Guerrero Strachan Rosado fue el introductor del concepto de “jardín de altura” en Málaga, y consideraba la jardinería como un vehículo para embellecer y enaltecer la arquitectura. Cuidó con gran delicadeza los pavimentos, las fuentes, las escalinatas y las plantas que colocó en este espacio. Al mismo tiempo proyectó también la urbanización de los alrededores, los Jardines de Puerta Oscura. Los concibió de manera escalonada en la pendiente sur de la Alcazaba, diseñando un jardín de traza geométrica que jugaba con el colorido de las especies sembradas e incluyendo escalinatas, fuentes y juegos de pavimentos. En el momento de la inauguración aún permanecían en pie las casas adosadas a la muralla externa de la Alcazaba, en lo que se llamaba Haza de la Alcazaba, hoy día Juan Temboury.
Durante los años de la guerra se realizó un considerable esfuerzo por parte del Ayuntamiento para no paralizar las obras y en 1938 el Ingeniero de Vías y Obras del Ayuntamiento, Wilfredo Delclos Ladrón redactó y ejecutó el “Proyecto del Túnel de Mundo Nuevo”, comunicando las calles de Mundo Nuevo con la de la Haza de la Alcazaba y su comunicación con el barrio alto de la Coracha, hoy día inexistente. Un año más tarde, en 1939 se inició la repoblación forestal del Monte de Gibralfaro que cambió para siempre la percepción del conjunto monumental, embelleciendo sin lugar a dudas el entorno y dotando de un pulmón verde a la ciudad, pero perdiendo su imagen de espacio inexpugnable.
Las obras continuaron de manera activa desde agosto de 1941 hasta marzo de 1968, en los que se sucedieron los proyectos de restauración dirigidos por Francisco Prieto Moreno Pardo, que dirige desde Granada, permaneciendo de nuevo en Málaga para dirigir las obras el arquitecto José González Edo. En total fueron 13 proyectos a lo largo de 27 años, en los que Temboury estuvo muy presente hasta su muerte en 1965. Se actuó sobre casi todas las zonas. Se limpió la Torre del Homenaje, desestimándose el proyecto de elevarla hasta los 12 metros de altura dotándola de 3 habitaciones en tres plantas y un mirador sobre la ciudad. Se actuó sobre el Barrio de Viviendas del siglo XI para protegerlo, los restos que aparecieron adosados a la primera limpieza del sector de la Torre del Homenaje en 1937 y que aportan unas potencias arqueológicas importantes, con muros de más de 1,5 metros de altura, pavimentos, zócalos decorados y gran cantidad de material cerámico.
En el Palacio Nazarí aparecieron arranques de estructuras, huecos de puertas, albercas, etc., con una distribución de las estancias que variaban en altura entre 0,5 m. y 1 m. Tras esta situación de no haber restos de construcciones modernas sobre ellos, se planteó la disyuntiva de si cubrir los restos para preservarlos o reconstruir a partir de las evidencias presentadas por las plantas, intentando que los alzados y las cubiertas fuesen lo más neutros posibles. Se optó por la segunda opción de la reconstrucción con clara inspiración granadina y pensando en musealizar el espacio.
En 1946 se presentó el proyecto de Emilio Miranda Lafuente de construir un ascensor para acceder a la parte superior de la Alcazaba desde la calle Guillén Sotelo. Se excavó el pozo y la galería, quedando abandonado desde 1948 el resto del proyecto por falta de fondos. Hubo un intento de retomarlo en los años 60 pero no fue hasta los años 90 cuando a través de la restauración ejecutada por la Junta de Andalucía se ultime y ponga en uso.
En 1968 se dieron por finalizadas las intervenciones con la última realizada por el arquitecto Prieto Moreno. Desde la década de los setenta a la actualidad, se han realizado varias intervenciones actuando en el Barrio de Viviendas, 1973 con el proyecto del arquitecto Rafael Manzano Martos. En los años 80 el arquitecto César Olano interviene en la restauración de las murallas noroeste, las cubiertas de las Salas del Palacio y sobre el Teatro Romano. Y la última gran intervención la han realizados los arquitectos Isabel Cámara y Rafael Martín Delgado, con la desaparición de la Sección de Arqueología que albergaba el Palacio, el saneamiento integral de murallas y torres, y en el Palacio la sustitución de pavimentos de los años 40 y la modificación de algunas salas en altura. Todo ello con la intención fundamental de lograr más pureza en la estructura eliminando elementos de carácter historicista, puramente decorativos, así como suprimiendo en su mayor parte las alacenas que albergaban, a modo de vitrinas, las piezas expuestas. Y en el 2009 se intervino de nuevo en el Barrio de Viviendas, protegiendo los zócalos de las calles y de las casas grandes.
[1] La información reflejada en estos textos ha sido extraída del libro de Fanny de CARRANZA SELL, Alcazaba de Málaga, Colección Domus Aurea, Ediciones Esirtu, Málaga, 2010.