Alcazaba

[1] La Alcazaba de Málaga es uno de los recintos defensivos más importantes conservados de España. Al hacer la visita debemos tener en cuenta que vamos a recorrer dos recintos amurallados[1] y unas fortificaciones de ingreso que son los que conforman el monumento. En primer lugar, comenzamos por el recinto exterior que se caracteriza por conservar elementos de la primera época de construcción, especialmente en el lienzo Norte, donde se aprecian torres rectangulares y poco salientes, similares a las de las fortalezas califales típicas. Los lienzos oriental y meridional tienen torres cuadradas salientes, algunas de ellas huecas que son construcciones de las remodelaciones nazaríes.

El recinto superior conserva torres con las mismas características califales y fue reforzado en el siglo XIV con la Torre del Homenaje, construida sobre una del siglo XI más reducida, con las inmediatas a la Mezquita, la de los Arcos y alguna otra de menor importancia.

Pero además de los dos recintos interiores, el sistema defensivo era aún más complejo, pues para acceder a la Alcazaba desde la ciudad antes de entrar en el recinto inferior había que pasar por unas “fortificaciones de ingreso” como las denominó Torres Balbás, que es el conjunto de murallas y puertas que suponían un primer obstáculo para quien quisiera penetrar.

[1] La información reflejada en estos textos ha sido extraída del libro de Fanny de CARRANZA SELL, Alcazaba de Málaga, Colección Domus Aurea, Ediciones Esirtu, Málaga, 2010.

Se realizaron durante la gran reforma ejecutada por Badis, el rey zirí de Granada cuando anexionó Málaga a su taifa en el 1057.

Lo primero que llama la atención del visitante cuando se acerca a la fortaleza para iniciar la visita, es un torreón que desde la fortificación se adentra en la ciudad, en la plaza de la Aduana, esto es una Torre Albarrana, es decir, torres que se separan del circuito principal de las murallas, unidas a éstas por un adarve y que servían de espolón defensivo, controlando desde todos los ángulos el acceso a la fortificación. En época árabe esta torre albarrana se adentraba también en la ciudad al borde del mar. Es la única torre de estas características que posee el recinto y está restaurada desde algo más de la mitad, pudiéndose apreciar los grandes sillares procedentes del Teatro Romano que conforman sus esquinas. En el interior tiene tres pequeñas plantas construidas en los años 40.

Tras subir unas escalinatas nos encontramos con una terraza presidida por el busto de Juan Temboury Álvarez, quien consagró su vida a la restauración del monumento.

A la derecha, en el lienzo de muralla por el que discurre el adarve a la Torre Albarrana se colocó una fuente de pared de mármol del siglo XVIII, traída desde otro punto de la ciudad y dos escudos del mismo material con el fin de crear un conjunto armónico y sobrio en este espacio que había sido liberado de construcciones en 1940 y que se pavimentó con losas reaprovechadas entres las que se distinguen algunas gozneras y otras talladas. Una escalinata de cantos rodados nos conduce al Edificio de Recepción, dejando a nuestra izquierda el camino que conduce al Teatro Romano. Este espacio de nueva creación fue diseñado por los arquitectos Isabel Cámara Guezala y Rafael Martín Delgado y construido en los años 90, sobre restos muy barridos de casas emirales. Es un edificio muy ligero, separado de los muros originales, con una de sus paredes de cristal para que estos puedan ser apreciados y contiene en su interior una maqueta del conjunto monumental.

Una vez dejado atrás el edificio de Recepción, el visitante vuelve a salir al espacio al aire libre empedrado y accede al monumento por la Puerta original del siglo XV. La puerta es de dos hojas de madera gruesa forrada por tiras de planchas de hierro, sujetas con grandes clavos del mismo material. Traspasada nos vamos a encontrar con un primer arco reconstruido. Nos encontramos en lo que Leopoldo Torres Balbás definió como las Fortificaciones de Ingreso, en las que desde el primer momento vamos a apreciar sus características: se trata de un camino constreñido por murallas jalonadas de torres pequeñas y macizas, con adarve y gran profusión de puertas defensivas. A la derecha tenemos la Torre del Horno, llamada así por la pequeña habitación que tiene en su interior, cubierta por una cúpula de ladrillos.

Nos encontramos ahora con el primer pasillo en cuesta donde vemos otra de las características constructivas de toda la Fortaleza, que se va a ir adecuando a la estructura del cerro, sin buscar la simetría o regularidad, sino que se va adaptando a la roca viva sobre la que se asienta, pudiéndose comprobar cómo en muchos casos las torres se construyen sin ningún tipo de cimentación.

El lienzo de la derecha permite apreciar diferentes sistemas de fases constructivas en su cara externa, primero la roca viva sobre la que se asienta, sobre ésta la muralla revestida con mampostería irregular, es decir piedras de mediano tamaño, de diversos materiales más o menos trabajadas por una de sus caras y regularizadas con algunos ladrillos, sobre ella un espacio sin revestir de piedra en el que se aprecia el interior de la muralla que es de tapial con mucho mortero de cal y sobre él de nuevo el forro o chapado de la muralla que aquí es de mampostería regular, es decir con hiladas de piedras y ladrillo sucediéndose, producto en este caso de una restauración moderna. Todo este lienzo está rematado en su parte superior por almenas.

Este tramo y el siguiente, desde la Puerta de la Bóveda hasta la de las Columnas es el más modificado, y en nuestro paso interrumpe un Arco que da acceso a un pequeño patinillo presidido por un monolito dedicado por el Ayuntamiento a Fernando Guerrero Strachan, arquitecto restaurador desde 1937 a 1941. La torre situada a mano izquierda es conocida como Torre Temboury muy reconstruida. A la derecha tenemos una gran torre con una puerta en recodo que es la Puerta de la Bóveda Vaída, por la bóveda de ladrillo que la forma. Este sistema defensivo es de lo más interesante de la fortificación. La Torre es del siglo XI, el paso de la puerta se realiza a través de una sucesión de arcos, el primero renovado en el siglo XVI de ladrillo y medio punto, el siguiente es estructural para configurar el espacio de la bóveda, es de herradura del siglo XI como el del otro extremo cuadrado, que se apoya sobre fustes de piedra reaprovechados. A continuación, encontramos otro arco de herradura con dovelas de piedra y ladrillo, enjarjado y del siglo XI que abre un espacio abovedado a la salida de la torre y cuyo extremo se apoya en grandes fustes de columnas romanas reaprovechadas.

De nuevo un camino flanqueado por las murallas nos dirige a otra puerta, observándose a la izquierda un buen tramo de una gran escalera de grandes peldaños de mármol, posible material reaprovechado en la Edad Moderna y que en la restauración se dejó in situ.

La Puerta de las Columnas tiene tres arcos en total, el de ingreso de ladrillo con fustes de mármol blancos reaprovechados al igual que los capiteles corintios, otro arco interior de herradura apoyado en pilastras y el de salida que es bellísimo: bajo un dintel de descarga el arco de herradura con alfiz va alternando dovelas de piedra y de ladrillo, logrando una bicromía que imita la de los arcos califales de la Mezquita de Córdoba. La mampostería de los paramentos le otorga al conjunto una gran plasticidad. Esta puerta es de acceso directo y a su derecha se sube al adarve que nos conduce a la parte superior de la Torre Albarrana.

Desde la explanada se inicia la Cuesta del Cristo que tiene a media altura una torre con los arranques de otra puerta de acceso directo que no fue reconstruida, quedando sólo la base de ésta adosada a la torre de la derecha.

La Torre del Cristo alberga en su interior la segunda Puerta en Recodo, construcción taifa reformada en época Nazarí.  El arco de entrada, enjarjado con alfiz es de ladrillo y su clave es una dovela de piedra en la que hay esculpida una llave, como en la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada. Sobre el arco de entrada quedan dos ménsulas de piedra, restos de un matacán defensivo. La Puerta, también cubierta por una bóveda vaída, se conforma por una sucesión de arcos. Encontramos primero el de la entrada que es un espacio cubierto por bóveda de cañón para salvar el desnivel pasando a continuación al arco interior, estructural, que sustenta la bóveda que cubre el paso y el de salida, ambos de herradura, para finalizar en otro espacio abovedado y el arco final de salida de la torre. La bóveda central de ladrillo, vaída, conserva restos de la decoración que tuvo, pintada a la almagra. El nombre de “Puerta del Cristo” le viene por un retablo con un Cristo que tenía en su interior, en la hornacina aun hoy visible y que convirtieron el espacio en una especie de capilla callejera a partir del siglo XVII.

La Puerta del Cristo es la que da acceso al Recinto Inferior, este gran espacio que rodea por completo, encintándolo, el recinto superior que contiene el Palacio.

Iniciamos el ascenso por la cara sur, teniendo a mano derecha el adarve que atraviesa la parte intermedia de la Torre del Cristo encontrándonos varias torres, todas ellas restauradas y a mano izquierda una ladera apenas ajardinada. Desde el segundo mirador, el más alto, podemos apreciar bien todo lo que era el espacio de las defensas bajas y hacia el interior la llamada Torre de los Abencerrajes o del Socorro con la puerta de acceso a la Coracha.

La Coracha va ascendiendo por el monte hasta perderse en el Castillo de Gibralfaro, pudiéndose apreciar el tipo de construcción en zig-zag que evita el que se tengan que construir Torres Albarranas. La Coracha está compuesta por dos muros paralelos coronados por un adarve y no es más que el camino protegido que comunicaba, por un único acceso, el Palacio Fortaleza con el Castillo, cuya única puerta de carácter monumental, era la abierta a esta Coracha que al llegar al Castillo se abría para rodearlo por una barbacana.

Desde este mirador tenemos una magnífica perspectiva de los paramentos del sur del Recinto Superior, con sus numerosas y pequeñas torres muy próximas entre sí y en el ángulo la imponente ruina de la Torre del Homenaje. La Torre fue inicialmente construida en época taifa, con un gran arco de ladrillo en su cara este, que pudo ser un acceso independiente del que conducía desde la Madina al interior de la primitiva Alcazaba. Esta torre fue macizada en toda su zona baja y revestida para darle mayor grosor. A la hora de su restauración se prefirió ser respetuoso con las ruinas y tan sólo consolidarlas, dejándolas en ese estado tan romántico y evocador que tiene hoy día.

El visitante se encuentra con una cancela que restringe el paso a la cara norte de la fortaleza, una vez franqueada ésta nos encontramos con el Pozo Airón, gran pozo de 30 metros de profundidad excavado en la roca del cerro que llega hasta un venero natural y que dotaba de agua a la fortificación y el arranque de una noria utilizada para extraer el agua.

El espacio abierto que circunvala todo el recinto y sin ningún resto a la vista, se adapta en forma de paralelepípedo irregular del cerro, constreñido por las murallas del recinto superior y las que van a dar sobre la calle Mundo Nuevo que culminan en la Torre del Tiro.

La Torre del Tiro, también sin reconstruir, es hoy un gran cubo macizo. Desde esta torre partía un lienzo de muralla que bajaba hasta la muralla que rodeaba la ciudad.

El espacio interior del Recinto Inferior se va estrechando, quedando en su cara norte las dos bocas de las Mazmorras. Están construidas con el mismo sistema que los silos, son como un gran embudo invertido, lo que hace imposible que puedan ser escaladas y ambas bocas son bastante estrechas. En esta zona del cerro son huecos muy húmedos, por lo que la permanencia en ellas debió ser muy dura.

En este espacio, estrecho en comparación con el resto del recinto, es muy bella la perspectiva de las pequeñas torres, en la cara externa del recinto superior que se aprecian muy bien asomándonos a la cancela que cierra el paso junto a la Puerta de los Cuartos de Granada. En este punto retomamos la visita de nuevo desde la Puerta del Cristo para dirigirnos ahora en la otra dirección, ya que actualmente el visitante se ve obligado a volver sobre sus pasos hasta la Torre del Cristo desde el mirador.

Nos situamos de nuevo en la salida de la Puerta del Cristo: de frente nos encontramos con un espacio excavado que es un silo o almacén de grano, cuya boca se abre en el suelo de una pileta de garum romana.

Tras atravesar un Arco llegamos a una explanada, hoy día totalmente ajardinada, con un bello jardín hispano árabe, conocida como Plaza de Armas. El diseño del jardín es del arquitecto Fernando Guerrero-Strachan Rosado. Cuando se restauró la Plaza se hallaron restos de dos enterramientos cristianos que debieron pertenecer a la Parroquia de San Luis, obispo de Tolosa, el santo del día en que los Reyes Católicos entraron en la ciudad, el 19 de Agosto.

De la Plaza lo que más llama la atención es la riqueza ornamental que ofrecen los sencillos materiales, piedra y ladrillo combinados con el diseño geométrico, con la zona central rehundida, a modo de jardín de crucero y el hecho de que esté surcado de canalillos que conducen el agua desde la zona superior del Palacio hasta la fuente en la que se centra el jardín, enmarcada por cuatro arriates de setos bajos. Antes de abandonar la Plaza es conveniente asomarse a un portillo abierto en la zona baja de la muralla, a la izquierda en su lateral oeste donde obtendremos otra panorámica de los tres niveles de la línea de las fortificaciones de ingreso y la perspectiva de la zona baja hacia la Torre Albarrana y el acceso de la ciudad.

En la Plaza de Armas nos encontramos con otra fuente que centra dos escaleras estrechas que salvan el desnivel desde dentro del Patio hacia la Puerta de los Cuartos de Granada, realizadas al diseñarse el jardín. Esta es una fuente de pared con pilón, de igual material que la anterior, mármol rojo, que fue colocada en este emplazamiento en la última restauración del monumento en los años 90.

Es muy interesante apreciar, desde la Plaza de Armas, como toda la Alcazaba se puede recorrer desde el adarve de modo ininterrumpido. Éste discurre por encima de los lienzos de muralla entrando y saliendo de las distintas torres, subiendo y bajando, lo que permite controlar todo desde las zonas más altas. En el caso de la Torre del Cristo el adarve la atraviesa, quedando la estancia a la derecha. El adarve, también llamado camino de ronda, se estrecha aún más en el único punto en el que conecta con el Recinto Superior, sobre el arco que cubre la cancela moderna que da paso a un pequeño paso en el interior del extremo de la única Torre por la que se entra en el Recinto Superior.

Una vez superada la escalera o la rampa que hay a su derecha, otra pequeña cuesta nos ofrece una magnífica perspectiva sobre la Puerta de los Cuartos de Granada, conocida con este nombre y también con los del Tinel o de Los Arcos desde antiguo. Esta gran torre fue demolida casi por completo en 1854, pero pudo ser reconstruida siguiendo un grabado de 1839. Es una Puerta de Acceso Directo Doble, es decir un primer paso, luego un pequeño patinillo y el segundo paso con una muralla que lo corta obligando a realizar un recodo, este a cielo abierto. El sistema defensivo es muy eficaz ya que permitía a los defensores, en caso de que la primera puerta en el primer paso fuese franqueada, defender el acceso arrojando diversos materiales desde la zona superior, convirtiendo el patinillo en una auténtica ratonera. La restauración de la Torre es obra del arquitecto Fernando Guerrero-Strachan finalizada en 1938 creándose en su parte interior espacios que en principio fueron utilizados como salas donde mostrar las piezas de cerámica restauradas.

Esta potente torre protege por su extremo oeste el Recinto Superior conformado en la zona más alta del cerro y perfectamente adaptado a su forma alargada, a la vez que la Torre del Homenaje lo protege en el extremo este, configurándose entre ambos un espacio completamente cerrado por las murallas con numerosas y pequeñas torres donde se encontraba la zona palatina y el barrio de viviendas o barrio castrense. Este recinto superior es probablemente la zona más antigua de la fortaleza y la que ha sido más reformada por su largo uso, realizándose en él funciones administrativas y residenciales, como sede del gobierno de la ciudad.

Después de realizar el giro al que nos obliga el camino nos topamos con un pequeño patio con una nueva fuente, y una estrecha y empinada escalera por la que se salva el desnivel al espacio superior, que fue proyectado como un jardín a modo de terrazas, en torno al silo del centro, por Fernando Guerrero Strachan. El Silo de nuevo excavado en este lugar por la naturaleza del terreno, motivó que durante muchos años se conociera como Patio de la Mazmorra. Este jardín sirve de antesala a las Salas del Palacio.

En primer lugar y un poco más alto que la zona del silo se situó una nueva fuente. La idea era ir reconduciendo el agua desde la parte superior por medio de desagües de una fuente a otra y canalillos superficiales que dotaran de frescor y rumor a los jardines, que compartimentaran y regularan el espacio con un diseño de jardín hispano musulmán, jugando con los coloridos de la piedra, el ladrillo, la vegetación y el agua, en una ordenación geométrica del espacio, lo que aumenta la sensación de refugio.

Este jardín superior, como todo el resto del recinto está rodeado por el adarve desde el que se obtienen bellas perspectivas de la ciudad con el Teatro Romano y gran parte del centro en su zona norte y toda la bahía por el sur.

El Palacio o mejor dicho los dos palacios de los que quedan restos, están bien diferenciados. En primer lugar, nos encontramos con un espacio enchinado que es el Patio de los Surtidores era el patio central del Palacio Taifa, formado por dos pabellones al norte y al sur de dicho patio, de los que sólo se conserva el del sur.

El pórtico sur del Palacio Taifa presenta una sala a la que se accede desde el adarve junto a la Torre Maldonado por un gran arco, éste da a una sala que tiene en su paso al pórtico que da al patio, una triple arquería de herradura con alfiz que sigue los modelos califales del Salón Rico de la ciudad palatina de Madinat-al-Zahra, con el clásico despiece de dovelas en rojo y blanco, talladas con atauriques, al igual que el intradós de los arcos. Las columnas finas y sin basa son cilíndricas de madera recubiertas de yeso y con capitel tipo granadino, sobre éste un cimacio de piedra rojiza.

Desde el patio de los Surtidores un Pórtico Nazarí precede el acceso al interior de la Sala, formado por tres arcos, mayor el central. El pórtico fue renovado en el siglo XIII-XIV, pero existió en el XI ya que se aprecia que las columnas de piedra están apoyadas sobre las bases de columnas de época califal, por lo que debe ser sólo una reconstrucción. El pórtico está formado por tres arcos festoneados y apoyan sobre dos columnas de piedra, una de ellas original como su capitel, cuadrangular y tallado con motivos vegetales muy rígido en su composición, muy similares a otros contemporáneos de la Alhambra. Los cimacios conservan escritos en blanco sobre rojo, en letras de época nazarí una alafia del Corán con el texto “Y no hay vencedor sino Dios”.

El Palacio Taifa tiene aún otro elemento de gran interés, es el Pabellón de Arcos Lobulados que se encuentra a la derecha. Este pequeño pabellón es original, decorativo, los arcos no son estructurales y su finalidad debió ser la de dotar de mayor representatividad política a esta zona del Palacio, puede que la destinada a las labores de gobierno, emulando el fastuoso arte califal pero con los materiales mucho más pobres del período taifa. Son de mediados del siglo XI (entre 1026 y 1057) y la decoración responde emulando el poder del Califato de Córdoba.

Una vez traspasadas las salas o bien entrando por su acceso original a través del adarve llegamos a un patio-terraza abierto sobre la ciudad que presenta en su cara derecha la Torre de Maldonado. Esta imponente torre pertenece a la zona defensiva y fue remodelada en época almohade cuando se la dotó de las dos bellas columnas de mármol con texto del Corán y la triple arquería por la que se accede, que la dotan de cierto carácter representativo. Desde la ventana oeste de la Torre o bien desde el mismo adarve es interesante observar una torre maciza en la que se aprecia muy bien la base y el interior, de sillares de época taifa y su recubrimiento posterior de mampostería de época nazarí, así como su construcción directamente sobre la roca.

Por el mismo pasillo que a modo de pórtico por la cara sur se antepone a la Sala del Palacio Taifa se accede a través de un bellísimo arco de herradura muy cerrado, de dovelas de piedra, taifa, a la otra sala espectacular del conjunto, es la Sala del siglo XVI o de la Armadura Mudéjar, que se mantiene en su sitio de origen. La armadura es de sección trapezoidal con cuatro faldones rematados en su centro por el “almizate”, pieza central octogonal decorada con una piña de mocárabes, franqueada de otras cuatro menores, rodeado todo ello de ocho estrellas de puntas. Para ensamblar los cuatro faldones se utilizan unas piezas llamadas “limas” y que en este caso están formadas por dos vigas paralelas que forman espiga. Por la zona inferior de la armadura, se sitúan dos bandas decorativas, la superior con triglifos y la inferior con formas vegetales abstractas, gotas y medios círculos, rematándose las esquinas en ménsulas molduradas con tirantes de los ángulos. Esta sala fue remodelada por alarifes mudéjares, y a ese momento deben pertenecer también las ventanas que se le abrieron.

Volviendo de nuevo al centro del Patio de los Surtidores vamos a acceder al Palacio de época Nazarí, ordenado en torno a dos patios. El acceso actual es producto de la restauración, ya que debió tener un acceso en recodo.

La zona del Palacio Nazarí apareció con muy poca potencia original se recreó de modo historicista todo el espacio, optándose por basarse en los alzados de los palacios granadinos, con techumbres y cubiertas en algunos casos reutilizadas de otros espacios del monumento, recreándose elementos decorativos a partir de los fragmentos que iban apareciendo, pero sin rigor en cuanto a su colocación. Su distribución fue en torno a dos patios con pabellones enfrentados en los extremos más cortos, norte-sur con pórticos con tres arcos, pero no se pudo determinar si se sustentaban en columnas o pilares la disposición clara de las alcobas, la altura total de las salas y el tipo de cubierta que tuvo. Se dotó de puertas y taqas al modo del Palacio Taifa.

El Patio de los Naranjos se articula en torno a las dos alberquillas de las que aparecieron trazas originales, los pabellones cubiertos con bóvedas esquifadas fueron pintadas por Hermenegildo Lanz y las columnas recrean las de los palacios nazaríes de Granada.

El segundo patio, el Patio de la Alberca o del Arrayán, se articula en torno a una gran alberca central cuyas aguas hacen el efecto de un espejo para la arquitectura, rodeada en sus dos lados mayores por un seto de arrayán. En el extremo norte del pabellón se erigió una torre mirador ya que aparecieron restos de la torre y el arranque de las escaleras. La sala del pórtico sur está cubierta por una techumbre de madera que fue traída del propio monumento. La pared norte de este Palacio actualmente está ocupado por varias salas de exposición. El recorrido del Palacio Nazarí puede realizarse pausadamente contemplando la exposición permanente, de carácter didáctico, que se inauguró en 2003.

Tras salir del Palacio aún podemos visitar otro espacio, cuya puerta de acceso se encuentra junto a la gran Sala del Palacio Taifa. En esta Sala, la sur del Patio de los Naranjos, sirve de paso y entrada al monumento a las personas que hacen uso del ascensor que conduce a la calle Guillén Sotelo, espacio que se ha destinado como espacio de entrada y salida de visitantes donde se hace una comparación del Conjunto Monumental formado por Alcazaba y Castillo de Gibralfaro con las alcazabas contemporáneas, como la Alcazaba de la Alhambra de Granada y la Alcazaba de Almería mediante paneles explicativos.

Exposición

 

Técnicas y usos de la cerámica en la Málaga Musulmana Siglos XI-XIV[1] 

[1] La exposición que se ofrece en las Salas del Palacio Nazarí, está centrada en la cerámica de época musulmana. Se han incluido piezas restauradas a partir de restos aparecidos en la Alcazaba, además de algunos restos aparecidos en las excavaciones urbanas de nuestra ciudad. Se ha proyectado con un carácter eminentemente didáctico, de carácter permanente y en colaboración con el Museo Arqueológico Nacional.

La Unidad 1 ocupa la primera Sala cuadrada próxima al pórtico norte del Patio de los Naranjos. Se ha dedicado a destacar la importancia que tiene la recogida de los fragmentos cerámicos en las excavaciones arqueológicas y cómo se realiza el estudio y se restauran. Estos materiales de apariencia muy humilde aportan mucha información sobre la vida de sus poseedores, el comercio, la producción, etc., y son imprescindibles para fechar los yacimientos.

La Unidad 2 está situada en la sala de la bóveda esquifada que fue pintada por Hermenegildo Sanz inspirada en la Sala de la Barca de la Alhambra. En ella se muestra la gran variedad de formas y la diversidad de funciones de la cerámica expuesta. Se presentan en cuatro vitrinas con recipientes para la preparación de alimentos, para la cocción, para contener líquidos y servirlos, para transportar y contener, para consumir alimentos, para calentar alimentos y la habitación, para iluminarse, para jugar, para la industria, etc. Cada tipo está representado por su objeto y acompañado de paneles con la explicación y un dibujo.

En el fondo de la Sala, junto a una bella pieza original de celosía encontrada en la Alcazaba hay dos paneles, uno con los nombres de las partes de la cerámica comparándolas con el cuerpo humano. El otro explica las múltiples reutilizaciones que puede tener un objeto de cerámica.

Nos adentramos en el Patio de los Naranjos y a nuestra izquierda se abre una sala con una alcoba en uno de sus extremos que presenta en la pared algunos restos de arcos con dovelas adornadas de atauriques que aparecieron en las excavaciones de la zona, pero no en su estructura. La cubierta, muy ornamentada, es producto, como todo el Palacio Nazarí, de las restauraciones de los años 40. En esta sala mediante unos paneles se muestra la Unidad 3, con la configuración de un alfar musulmán y la ubicación de algunos de los muchos que hubo en la ciudad. Por medio de las excavaciones arqueológicas se ha podido comprobar la pervivencia de la actividad alfarera en el mismo lugar en un amplio período histórico, sobre todo en la zona de Ollerías, donde ha pervivido el topónimo.

Como la actividad alfarera era considerada “nociva y peligrosa” los alfares se situaron extramuros de la Madina y en torno a ellos se fue configurando el barrio alfarero, sobre todo en la zona de El Ejido que contaba con abundantes arcillas, allí se instalaron la mayor parte de las “ollerías” musulmanas en la calle que aún mantiene el nombre, y en sus cercanías se han detectado hornos de los siglos IX al XIV y sobre ellos los cristianos.

Llegamos al segundo patio del palacio, el de la Alberca o el Arrayán y en su gran sala, abierta en el flanco norte tenemos parte de la Unidad 4 dedicada al proceso técnico de la fabricación de un objeto cerámico. En primer lugar, una vitrina y un panel que nos indica que los objetos se pueden hacer mediante modelado, torneado y moldeado, con dibujos y objetos originales que nos muestran las diferencias, frente a ésta, en una sala casi cerrada con un pavimento original de grandes losas de piedras, encontramos la recreación de un horno en funcionamiento y ante la sala un panel con fotos originales de las excavaciones de hornos de la ciudad, sus partes y modo de funcionamiento. Se calcula que la vida media de un horno era de 60 años y lo fundamental para el buen rendimiento del alfar era el máximo aprovechamiento de la capacidad del horno, ya que lo más costoso era la cocción.

A continuación, en las salas del extremo alargado del patio, las que son fronteras con la casa reconstruida como Taller de Restauración, veremos el acabado y la decoración de los objetos. Este dependía de su destino, pero incluso las piezas más sencillas y humildes, de uso cotidiano muestran un gran gusto por lo bello. Mediante paneles explicativos y por medio de piezas originales restauradas se muestran todas las técnicas decorativas. En los casos más sencillos, el acabado de la pieza podía consistir en una pintura exterior, el estampillado sobre el barro aún fresco, el calado o una simple capa de vidrio destinada o bien a impermeabilizar o darle un toque brillante. Cuando se trataba de piezas de lujo, los alfareros malagueños fueron auténticos maestros y la Alcazaba ha dado, en sus excavaciones, una importantísima colección de cerámica de los siglos XI al XV, con espectaculares piezas en verde y manganeso, en cuerda seca, y en loza dorada, con piezas de renombre internacional como la conocida como el Ataifor de la Nave, del que se presenta una reproducción arqueológica y una interpretación moderna. Se complementa con otro panel dedicado a los motivos decorativos, no muchos, pero con infinidad de combinaciones.

Siguiendo el hilo conductor de la exposición, una vez acabado el objeto de cerámica se pasaba a su comercialización, la Unidad 5, para ello se ha recreado un zoco en la sala del extremo, sala muy cerrada y con una importante potencia en los muros originales árabes aparecidos, en los que se pueden apreciar el doble tipo de aparejo, en la esquina el de grandes sillares, característico taifa y junto a él la mampostería nazarí. Antes de acceder a la sala de la recreación un panel nos ilustra sobre los distintos tipos de comercialización que existieron y las diferencias entre un zoco, una alhóndiga y una alcaicería así como lo atentos que estaban los encargados del gobierno del zoco, el zabazoque, con competencias económicas y policiales, ante cualquier tipo de fraude que pudiera producirse en la fabricación de los objetos de cerámica, reproduciéndose para ilustrarlo un par de artículos del Libro del Buen Gobierno del Zoco, de Ibn al Saqati del siglo XIII. Las piezas expuestas en el zoco reproducido son piezas actuales inspiradas en las formas originales de cerámica común halladas en la propia Alcazaba.

Nos adentramos ahora en el pabellón sur del Patio de la Alberca, éste está cubierto por una techumbre de madera recuperada de los pabellones militares que ocuparon la zona baja en la Edad Moderna. La Sala contiene la Unidad 6 en la que se trata de dar una idea de los muchos contextos en los que en la vida cotidiana se usaban objetos de cerámica. En el pavimento un fragmento de pavimento original nazarí hallado en la Alcazaba, de pequeñas piezas bícromas y sobre la pared otro fragmento de un bello pavimento hallado en las excavaciones urbanas de la ciudad. Mediante dos vitrinas se muestran los distintos usos de la cerámica, tanto domésticos como industriales.

Cabe destacar, entre los domésticos el sistema de decantación del agua mediante los reposatinajas y los grandes ataifores y en los industriales una de las más bellas piezas expuestas, el brocal de pozo estampillado, almohade, del siglo XII. El brocal es la parte visible de un pozo, la emergente del pozo que se solían excavar en los patios de la casa, es decir un lugar de gran importancia para la vida doméstica, por lo que es muy frecuente que aparezcan bellamente decorados. En esta pieza la decoración es profusa, incluyendo un texto en cúfico (“la salud completa” muy repetido), también procede de las excavaciones urbanas y fue restaurado en el Taller de Restauración de la Alcazaba. Otras piezas curiosas son la sepultura de orejas, los aliceres para formar los alicatados, las tejas, las tuberías de agua potable y de desagüe, las olambrillas de los pavimentos, etc.

Desde esta Sala se tiene una bellísima perspectiva del patio y de su alberca. Las albercas interiores en los edificios hispanos musulmanes cumplían la función de espejos para que en ellas se reflejara la arquitectura, y aquí se llega a reflejar también la Torre que ocupa el extremo de la Sala norte. Los pequeños surtidores de las fuentecillas circulares de mármol a los lados de la alberca tenían el fin de proporcionar un tenue sonido y tan sólo una onda al caer sobre el estanque inmóvil de la alberca. Todo ello invita al sosiego y la meditación.

En la Sala de paso al patio contiguo podemos apreciar unos grandes contenedores. La pericia de los alfareros permitió la fabricación y cocción de grandes piezas, tanto ornamentales, como los famosos Jarrones de la Alhambra, de loza dorada, como los destinados a ser usados como almacenes para guardar grano, ropa, aceite, conservas, frutos secos, etc., así como las piezas que entubaban los pozos. Estas grandes piezas se colocaban en las despensas semienterradas, manteniendo los productos protegidos de la humedad, el calor, los animales, etc., como se ha hecho en los cortijos andaluces hasta no hace muchos años. Una pieza de mayor tamaño se encuentra expuesta en la entrada al monumento por el ascensor de la calle Guillén Sotelo, ya que su tamaño impidió que pudiera subirse y presentarse en la sala.

De nuevo en el Patio de los Naranjos, esta vez en su lateral sur, dejamos la sala, que ahora explicaremos y nos adentramos en la última de la exposición, la Unidad 7 titulada Pervivencias. En ella, mediante objetos actuales se demuestra que estos objetos de un uso cotidiano en nuestros hogares mantienen la misma forma y función que tuvieron hace mil años, manifestando lo profundamente arraigada que está la cerámica árabe en nuestra cultura. Es una selección que no puede ser exhaustiva por la gran diversidad que existe, pretendiendo servir de recordatorio, ya que muchos objetos están pasando a tener actualmente tan sólo una función decorativa. Entre estos se podrían ofrecer como ejemplo el botijo y las huchas o alcancías.

Tras salir del Palacio aún podemos visitar otro espacio, cuya puerta de acceso se encuentra junto a la gran Sala del Palacio Taifa, en esta Sala, la sur del Patio de los Naranjos, que sirve de paso y entrada al monumento a las personas que hacen uso del ascensor que conduce a la calle Guillén Sotelo, en el que a través de paneles explicativos con abundantes fotos y planos se ha destinado a comparar el Conjunto Monumental formado por la Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro con las alcazabas que le son contemporáneas, como la Alcazaba de la Alhambra de Granada y la Alcazaba de Almería.

[1] La información reflejada en estos textos ha sido extraída del libro de Fanny de CARRANZA SELL, Alcazaba de Málaga, Colección Domus Aurea, Ediciones Esirtu, Málaga, 2010.